martes, 19 de mayo de 2009

Destellos

Los faros de los coches y los faros anclados en el rompeolas del puerto.

Destellan las linternas de los guardas que trabajan de noche y destellan los neones de no importa qué bar de copas.

Cualquier luz que te deslumbre un segundo es más poderosa que tú y eso es más que humillante para los que ponen sus puños y sus piernas y sus brazos y sus mejillas alternativamente.

Todo cuerpo tiene un Judas que se llama rodillas... y, un destello, por breve que sea, puede hacer que te apoyes sobre ellas.

Destellan las cosas que están por encima de ti: las estrellas, los satélites y la luna... todo lo que puedas mirar a través de un telescopio. Cosas que estarán siempre por encima de ti y de tus posibildades... cosas que caminan usando tu cabeza como felpudo.

Destellan y te pueden. Todo así de simple... o así de complejo si decides mirarlo desde abajo.

Brillo

El de las moendas que pasan por tu mano un instante para volver a irse...

Metal frío que tiene la extraña facultad de hacerte creer ser cosas que en realidad no eres; que te convierte en poseedor de tesoros potenciales... en fascículos coleccionables, en sobre, en cartilla de periódico dominical.

Vives en áticos imaginarios y viajas en taxis con el chasis de cristal, de modo que todos pueden verlo todo menos tu destino. Como quien deja sus huellas en bulevares de cemento fresco, como quien persigue sueños que al final se cansan y se dejan agarrar.

Puedes jugar con el brillo. O puedes ser un adulto y leer las esquelas. Puedes sentarte en un vagón de metro y escribir poemas en lugar de leerlos.